Llueven cenizas

Qué semanita Teté. El pueblo suele ser un lugar muy tranquilo, hasta que algo rimbombante ocurre y ahí se armó la novela de las 4 de la tarde. Ya les conté de uno (el encebollado que nunca fue). Ayer fue otro de esos días de telenovela.

4 de la tarde, oficina, día gris y levemente lluvioso. Los 4 compañeros conversando animadamente sobre el tema de todos los días: cómo lograr que pueda respetar la dieta que empiezo todos los lunes.

Suena el celular de Nabil. Del otro lado la voz placenteramente histérica de un bombero voluntario de esos que les encaaaaanta lo que hace y que vive con el walkie talkie en el bolsillo : «¡Oye loco! Hay un incendio en Chongón, ¡han mandado tres unidades! avisa pues loco…». Al minuto siguiente estábamos los 4 monos noveleros subiéndonos a la camioneta (novelero en guayaquileño es la persona que le encanta todo lo nuevo). No sabíamos dónde era, entonces muy inteligentemente decidimos seguir el humo. Curiosamente venía de…¡mi antigua casa! ¡la del balcón gigante!

Sentí que el corazón se me estrujaba, pensé en si había dejado algo mal conectado, el tanque de gas, si mi vecina Muni estaría ahí. Hice un rezo interior con angustia. Viramos en el parque y nos acercamos para ver una multitud de autos y gente noveleros en el lugar.

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Miro bien y veo que el humo sale de la cuadra de enfrente de mi exdepartamento. Respiro.
Nos bajamos de la camioneta corriendo cual La Ley y el Orden. Camino hacia la entrada de la casa que se quemó y veo un montón de personas. Hacia adentro, en un costadito, los niños llorando desconsolados mientras sotenían una gallina cada uno. Al lado, una señora mayor, flaquita, que se tapaba la cara con las manos para no ver. Otra atrás le sobaba la espalda. Sentí un puntazo de dolor en el hígado con esa escena descorazonadora. En el centro de la calle rodeada de jóvenes, una chica con el brazo quemado mirando con resignación y firmeza su casa en llamas. Fijo la mirada para ver quién era, mi peluquera Angelina, se las mencioné en Con toda la fiesta encima.

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¿Qué querés que te diga? Me sentí horrible. ¿Qué le podés decir a una persona que perdió todo, absolutamente todo? No pude. Otra vez comenzó a chispear, el cielo se quejaba. «¿Estás lista?» me dice uno de mis compañeros. «Sí, un bajón esto…vamos».

Hoy yendo a comprar al almacén me encontré con la hermana de Angelina sentada en una piedra enorme que hay afuera de la comuna. Tenía un bebé en brazos y sus otros niños corriendo por ahí. Pegamos buena onda con ella, que  ayuda a veces en la peluquería. Me arrodillé a su lado y le dije «lo siento mucho».Me sonrió con tristeza y me explicó que como la casa era de caña, el fuego se la llevó enterita; «Angelina se quemó cuando entró para sacar el tanque de gas.  Gracias a Dios pudo antes de que lo alcanzar al fuego». La bebé estaba nerviosa. «¿En qué te puedo ayudar, tenés ropa?». Me dijo que los vecinos les estaban dando varias donaciones y que ahí se iban repartiendo. «Mañana te traigo algunas cosas de Argentina. Te las dejo en la pelu». Nos agarramos la mano fuerte y me despidió con un gracias vecina.

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